{FB} Promises of the past. | Tenryuu

— Mi señor Senzaemon, permítame entrenarla. — el único ojo de aquél masculino se había posado en el suelo mismo como consecuencia de las atrevidas palabras que estaba utilizando. Su rodilla izquierda apoyada en el mismo mientras que la derecha casi a la altura de su rostro daba una posición de sumisión total ante una autoridad superior, muy superior. Una parte de su persona en realidad consideraba relativamente injusta la posición en la que aquella muchacha había convivido durante tantos años, quizás siendo ese lado empático el que lo obligó a actuar de la manera en que lo hizo. Pero tampoco veía racional ni mucho menos el hecho de que la figura patriarcal del clan tuviese el derecho de hostigar a una joven pequeña durante tantos años.

— ¿Con qué objetivo quieres educar a ese sucio animal? — la voz de aquél le ocasionó una especie de fastidio interno que simplemente no podía dejar pasar, quizás tan solo siendo su lado más justiciero que hablase a través de su corazón. Por suerte era su cerebro el que hacía acto de presencia para poder platicar de la manera más cotidiana, permitiendo así no olvidar su posición respecto al hombre que tenía en frente, ocasionando así tan solo su frustración a pesar de intentar mantener lo más que podía la cordura al respecto. — Tarde o temprano tendrá que decidir, señor, si ella tomará el lugar de líd-... —

— ¡JAMAS! Antes mataré su existencia a dejarla ocupar mi puesto. — no le dejó terminar de expresar sus palabras y quizás esa era en verdad la razón por la cual había un cierto choque de personalidades. Él por su parte era totalmente leal a su señor pero, lamentablemente para su señor, una parte de su persona era bastante fiel a sus propios principios y apelaba, según lo acordado en su momento, a la idea de ser capaz de utilizar sus propios métodos con los cuales no faltar a la protección del núcleo familiar, así como también el ofrecer sus servicios de manera que, en el futuro, fuese más provechoso para aquél hombre. — Antes muerto, Saitõ, ¿has comprendido? Tienes prohibido, terminantemente, el enseñarle cualquier dominio del arte que manejas. — no tuvo más que aceptar, agachando su cabeza un poco más al escuchar las palabras de su señor. Sí, era una persona bastante dócil cuando esto refería a su superior, a esa presencia a la cual había jurado su completa lealtad. No obstante no era así con todos, tan solo con aquél hombre en cuestión por ser de la tercera edad; ¿acaso influía? Dada su educación, en aquella época donde la jerarquía lo era prácticamente todo, sí.

— Puedes retirarte. — y no necesitó más que estas palabras para realizar un gesto afirmativo en respuesta no dudó en incorporarse para poder abandonar la habitación.


TOC, TOC, TOC. No necesitaba, aunque en realidad no quería, escuchar palabras del interior de aquella habitación ya que esto daba a entender que la misma se encontraba completamente vacía. Revisar el interior de la misma para comprobar la ausencia de alguien solo hizo que su cuerpo se tomase la libertad de relajarse completamente. Tras sentarse a un lado de la puerta, casualmente justo hacia el lado en que esta abría, no dudó en levantar una de sus rodillas para apoyar allí su brazo. Dejó la otra doblada a medio sentido indio por dentro de la primera mientras que era su arma, la vaina de esta, la que se acomodaba en el espacio formado por ambas. Fue allí que la parte superior, casi llegando a la tsuba, ería acomodado sobre uno de sus hombros aunque sosteniendo la tsuka con su diestra en caso de una necesidad. Sabía que allí no la necesitaba, al menos no lo había hecho en mucho tiempo, sin embargo nunca estaba de más prevenir.

— No creas que me sienta de mala manera el hecho de que me refieras como un canino, señorita Tenryuu. — y es que por una u otra forma tampoco podía evitar tratar a la chica de manera formal. Se trataba, después de todo, de la misma persona que contaba con la sangre de su superior e, incluso, y hasta cierto punto con la siguiente persona a la que debía de servir una vez el primero estuviese ausente en aquella vida. De sus labios tan solo un débil y suave suspiro se hizo presente al momento de dirigir su ojo en dirección a la contraria, permitiéndose visualizar casi de manera atrevida la curvilínea figura de la muchacha aunque sin realmente denotar ningún tipo de consecuencia en su persona. — Al fin y al cabo dicen que los perros son las criaturas más fieles y leales. ¿Eso no me refiere a mí mismo como alguien que sí sabe cumplir su trabajo? — el cinismo de sus palabras parecía simplemente mostrarse oculto bajo un deje de serenidad; no le importaba en lo más mínimo el hecho de cómo es que la otra se tomara su respuesta o su reacción, tampoco es que estuviera allí por la necesidad de recibir su aprobación. Su objetivo era realmente otro.

En términos generales no mostró mucho interés por la vestimenta de la otra, más bien por la ausencia o escasez de la misma para ser más exactos. El hecho de estar allí dentro y no haber respondido no era su culpa sino, y por el contrario, era de la fémina. De igual forma no era capaz, por temas de propia moral y ciertas costumbres, de responder ante la equivocación generada por la chica sino que tan solo ofreció en consecuencia una ligera inclinación de su cuerpo hacia delante dando a entender que parecía asumir cierto grado de responsabilidad por la aparente falta de respeto.

Durante algunos instantes mantuvo su postura, irguiéndose casi de un momento a otro para poder llevar su mano izquierda hasta el arma que descansaba en su cintura, apoyándola de manera suave sobre la parte de la tsuka, dígase el mango de la misma, pero sin realmente envolverla sino más bien dejando extendido en la mayor medida sus dedos. — Digamos que por el contrario. — objetó ante las palabras de la chica mientras daba un par de pasos hacia la ventana del aposento. Volver hacia sus alrededores a través de aquella, apenas mostrando algún susceptible movimiento le indicaba a su propia persona la precaución con la cual incluso estaba enunciando aquellas propias palabras. Era consciente de que las paredes, por decirlo así, tenían sus propios oídos por lo que tampoco era seguro estar dando aquel tipo de ideas o noticias a la contraria sin ningún tipo de plan que fuese realmente sofisticado. Lamentablemente, dada la situación en la que se encontraba el ambiente, no veía otro método con el cual tuviese la oportunidad de llevar a cabo aquello para lo cual en primer lugar había sido encomendado por parte de quien ya no estaba entre los vivos.

— Tu abuelo no lo desea. — explicó al momento de darse la vuelta sobre sus propios talones. Ahora tomó como objetivo dar un par de pasos hasta avanzar al centro de la habitación donde se inclinaría suavemente, arrodillándose. Las costumbres orientales, incluso en épocas pasadas, se mantenían por lo que aquella era la postura más adecuada para dar aquél tipo de aviso: dejando que su espada fuese retirada de su posición, tomando la parte superior de la saya, o mejor dicho la vaina, contra lo que sería la tsuba, correspondiendo a la traducción de la guarda. La parte baja de la vaina terminó siendo apoyada en el suelo junto a su rodilla, dejando que sus piernas terminaran pegándose entre sí para poder mostrar una postura un tanto más seria. — Está en mi obligación, y mi deseo, como la futura sucesora del clan el enseñarte el arte de la espada, tu arte de la espada. Imposible de enseñarte mi propio estilo, puedo replicar el que ha sido empleado en tu familia para darte el pie a mejorarlo, perfeccionarlo, o simplemente utilizarlo para crear tu propio estilo. Sin embargo... — sí, siempre había un pero en las situaciones que lo rodeaban, o más bien que la rodeaban a ella. — ... nadie debe saberlo. —

Su ojo se entrecerró un poco, casi de manera acusadora. — ¿Podría ser nuestro secreto? —

El ojo del demonio se mantuvo en todo momento atento a los movimientos de aquella fémina, siendo realmente independiente los instantes en los que se mostraba completamente desnuda hacia su persona. A pesar de estar de espaldas, la figura de la contraria era claramente visible para su persona y, por ende, también le permitía en cierto sentido ser capaz de idearse cómo se vería de frente sin aquellos trapos que terminaba por utilizar. Sin embargo no estaba allí para perderse en la curvilínea ni mucho menos, al menos no en ese sentido en el que podría realmente pensarse.

Fueron los actos siguientes los que, en cambio, le hicieron volver la vista un momento hacia la delantera de aquella al tener la posición de la contraria un tanto más cerca de su persona. Sin embargo nada causó en su persona, siquiera un mínimo movimiento de sus músculos como consecuencia de reaccionar. — ¿Parezco el tipo de personas que suelen realizar bromas... señorita? — inquirió de forma cuidadosa apenas permitiéndose a sí mismo articular palabra alguna en consecuencia.

A pesar de estar viendo en todo momento a la contraria y sus movimientos, el masculino también era consciente de que, sin duda alguna, estaba envolviéndose con el entorno para poder desenmarañar cualquier tipo de espionaje. Al parecer aquella era una noche relativamente tranquila, ante la cual no podía sino agradecer. El hecho de desenvainar su katana en aquella residencia, o incluso frente a alguien que no fuera un verdadero enemigo, implicaba una clara destrucción de su entorno y la revelación de su condición como una criatura de su verdadero calibre.

— Algo a cambio, ¿eh? — mencionar aquello, al menos para sí mismo, quizás fue lo que le hizo capacitar el cómo podría tomar la contraria las palabras utilizadas previamente y la forma en la que podría realmente interpretarse en consecuencia. Sin embargo eso no le hizo dudar de su actuar a continuación: movió lentamente su pierna derecha para poder dejar exclusivamente, al menos durante unos segundos, la rodilla izquierda apoyada. Acto seguido terminó por incorporarse cuidadosamente y deslizó el brazo que sostenía su arma en dirección al cuerpo de la contraria para utilizar así su kashira, el borde de su tsuka. Aquella prenda metálica se deslizó por el cuerpo ajeno a la altura de su cadera hasta apoyarse sobre su cintura. Con calma no dudó en jalar cuidadosamente a la chica para que redujera la distancia con su persona pudiendo, a pesar de la clara diferencia de estaturas, dirigirle la palabra de forma suave y con apenas un tono audible. Claramente no quería, después de todo, que nadie salvo aquella escuchara lo que tenía que decir.

— Tendrás que tomar el lugar de tu abuelo... — mencionó con calma. — ... pero no en el clan, sino respecto a mí. — aclaró luego de un momento, y en esta ocasión no tardó en dirigirle una mirada fija. Ese orbe mostraba clara seriedad al respecto. — Tendrás que permitirme permanecer a tu lado, independiente del peligro que eso signifique... siempre. — habían muchas cosas que ella desconocía de su persona, incluso de los peligros que significaban el hecho de estar bajo el techo de una familia como aquella. Sin embargo eran detalles que ya se podrían discutir más adelante o, simplemente, que podrían ir revelándose en el transcurso de que la contraria tomara realmente la decisión respecto a aquella propuesta que estaba siendo ofrecida por el demonio.

Se mantuvo en aquella posición durante algunos momentos. A pesar de estar buscando la mirada contraria, el hecho de que mirase a la chica desde arriba le permitía claramente vislumbrar con claridad la zona delantera de su cuerpo y la voluptuosidad de la contraria, algo que sin duda alguna atraería a cualquier otra persona. Y no, no significaba que a él no le atrajera eso de una mujer, sin embargo en esos momentos no se trataba de un encuentro de aquella índole, ¿verdad? Se trataba, en cambio, de algo que podría sin duda alguna cambiar el destino de ambos dos de una manera completa y, casi que, absoluta.

— ¿Qué dice, señorita Tenryuu? ¿No le gustaría que este perro, sea su perro? — utilizó claramente las palabras burlonas de la contraria para terminar aquella propuesta. Después de todo, aceptando aquello, claramente ella podría sin duda pedir casi que cualquier cosa durante la estancia en aquella residencia, incluso aún más una vez abandonase la misma o tomase la autoridad necesaria: le estaba ofreciendo el control absoluto, casi que por así decirlo, de su persona.